Un amanecer más en Ceuta, y con él, los primeros rayos de sol que permiten vislumbrar un buque en las cercanías del puerto de la ciudad, nada fuera de lo común si no fuera porque dicho barco no había aparecido hasta entonces en los radares, carecía de bandera, el óxido se había encargado de borrar cualquier inscripción que pudiera tener y no informó de su posición ni se recibió petición alguna de entrada a puerto. Igualmente, tampoco se obtuvo respuesta cuando la Autoridad Portuaria intentó contactar con él.
Ante tal situación se decide que una patrulla marítima visite al misterioso buque para hacer una primera inspección, y con ella, comenzar a resolver algunas de las muchas incógnitas que este suceso presentaba. Nadie podía hacerse una idea aproximada en ese momento de las consecuencias que aquel barco tendría sobre la ciudad y sus habitantes.
Apenas unos minutos después de que estos pisaran tierra, algunos comenzaron a sentirse mal; la tos era continua, la sudoración tan repentina como excesiva, desorientados, con los ojos enrojecidos y comenzando a sangrar por boca y fosas nasales. Lo que ocurrió acto seguido ya se lo imaginan. Los que corrieron para auxiliarlos en aquel momento fueron los primeros en ser parcialmente devorados, para poco después ser éstos mismos los que hicieran lo propio con otros.
A día de hoy aún no se sabe a ciencia cierta la naturaleza del virus o de lo que fuera aquello que viajaba a bordo de aquel buque. Lo que si está claro es que nada de lo ocurrido iba a poder con la inquebrantable moral de los auténticos aficionados de la AD Ceuta, que a pesar de todo lo sucedido y de los resultados del conjunto caballa, aún siguen subiendo al Estadio Alfonso Murube domingo tras domingo, con la esperanza de ver a su equipo algún día en Segunda División.
